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El término munchies se ha hecho cada vez más popular para describir esa sensación de hambre intensa y repentina que aparece en ciertos momentos del día, normalmente asociada al deseo de picar algo dulce o salado, y que muchas veces se convierte en un verdadero atracón de snacks.
Aunque se asocia con contextos muy concretos dentro de la cultura popular, lo cierto es que no todo el mundo tiene claro qué significa exactamente o de dónde viene. Lo que sí está claro es que la palabra se ha colado en el lenguaje cotidiano y está muy ligada a esos momentos en los que el cuerpo (y el antojo) piden comida rápida, calórica y fácil de consumir.
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Cuando hablamos de munchies, no solemos pensar en ensaladas ni platos elaborados. El concepto hace referencia a snacks que se pueden comer sin complicaciones: dulces, galletas, patatas, chocolates o cualquier cosa que venga en porciones pequeñas y esté lista para devorar.
El origen del término proviene del inglés y tiene relación con expresiones como to munch (masticar ruidosamente) o too much (demasiado), y con el paso del tiempo se ha convertido en una forma simpática y extendida de hablar de esos ataques de hambre repentinos y descontrolados.
Aunque ya sabemos a qué nos referimos con los munchies, ¿de dónde viene esa necesidad tan fuerte de comer? La explicación está en cómo reacciona nuestro cerebro ante ciertos estímulos.
Normalmente, algunas neuronas llamadas pro-opiomelanocortinas se encargan de enviar señales de saciedad cuando el cuerpo no necesita más alimento. Pero cuando se activan determinados receptores del sistema endocannabinoide —como los CB1—, este equilibrio se altera. Las neuronas empiezan a lanzar señales de hambre incluso si no hace falta comer.
Y no solo eso: los receptores CB1 también tienen un papel en el sentido del olfato. Cuando este se vuelve más agudo, los aromas de la comida se perciben con más intensidad, lo que incrementa aún más las ganas de comer. El resultado es esa sensación repentina de apetito, difícil de ignorar.
En ese punto, preparar algo elaborado como una ensalada ya no parece tan atractivo. Lo que más apetece es algo fácil, sabroso y rápido: dulces, snacks salados o cualquier cosa que tengamos a mano.
Hay ciertos alimentos que se han vuelto muy populares para cuando aparece ese apetito repentino. Algunos son clásicos y muy conocidos, otros pueden ser opciones más equilibradas si buscas algo un poco más saludable. Aquí te dejamos un repaso por ambos tipos para que elijas según lo que te apetezca.
Entre los más habituales están los dulces y snacks salados: gominolas, helado, chocolate, patatas fritas, donuts o galletas con trozos de chocolate. Son productos sabrosos, fáciles de encontrar y que no requieren preparación. Ideales si lo que buscas es algo rápido y saciante.
Pero también hay alternativas más recomendables si prefieres cuidar un poco lo que comes sin renunciar al picoteo. Algunos ejemplos:
Lo ideal es tener estas opciones a mano para esos momentos en los que el hambre llega sin avisar. Así podrás disfrutar del picoteo sin excesos y con alternativas más equilibradas si así lo prefieres.
Aunque esa sensación de hambre repentina a veces parece inevitable, hay algunos trucos que pueden ayudarte a mantenerla a raya o, al menos, a no dejarte llevar del todo.
Una opción útil es comer algo antes. Si ya has comido y estás saciado, es más fácil resistir la tentación de lanzarte a por cualquier snack sin pensar. También puedes tener preparadas opciones más saludables: si sabes que te puede entrar hambre, mejor tener a mano frutas, frutos secos o algo que no sea ultraprocesado. La clave está en la previsión.
Además, mantenerse hidratado es importante. A veces, confundimos la sed con el hambre, así que tener una botella de agua cerca (o incluso una infusión) puede ayudarte a espaciar esos momentos de picoteo. No se trata de evitar por completo el antojo, sino de gestionarlo con un poco más de cabeza.