SMOKING SHOP
Nuestra tienda online ha llegado
DESCUBRE NUESTRAS SUDADERAS, CAMISETAS CON DISEÑOS EXCLUSIVOS Y MUCHO MÁS.
Tenerife tiene mucho más que playas abarrotadas y excursiones en guagua. Si te alejas un poco de los caminos trillados, la isla guarda rincones que parecen sacados de otra dimensión. Son sitios menos conocidos, escondidos entre barrancos, volcanes o carreteras que no aparecen en los folletos.
Perfectos para los que quieren algo distinto, para los que huyen de sombrillas numeradas y buscan mar, montaña o misterio en estado puro. Aquí van algunos de los secretos mejor guardados de Tenerife.
Aunque el sur es más conocido por sus playas turísticas, también esconde rincones que todavía no se han llenado de sombrillas. Barrancos con formaciones extrañas, calas escondidas y zonas que parecen más de otro planeta que de una isla del Atlántico. Si sabes dónde buscar, puedes tener la sensación de descubrir tu propia versión de Tenerife.
No es fácil llegar, y eso es parte de su encanto. Playa de los Patos es una de las calas nudistas más largas y salvajes de la isla, con arena negra, acantilados verdes y olas potentes. No hay chiringuitos, ni sombrillas, ni cobertura. Solo tú, el mar y una bajada algo complicada.
Está en La Orotava, cerca del Bollullo, y el acceso depende de las condiciones del terreno, así que mejor ir preparado. Si te animas, encontrarás una playa virgen donde aún suena más el mar que el WhatsApp.
Una de las joyas del norte que sigue resistiéndose a las multitudes. Benijo es fotogénica, salvaje y con un aire casi místico. Arena oscura, roques en el mar y puestas de sol que parecen sacadas de una película.
Eso sí, el baño puede ser complicado por las corrientes, así que mejor disfrutarla con respeto. No hay construcciones cerca y el acceso incluye escaleras, lo que la mantiene lejos de lo masivo. Ideal para sentir que has llegado a un lugar especial.
También conocida como “La Caleta de los Hippies”, esta playa es uno de los secretos peor guardados del sur, pero aún conserva su esencia libre. De arena clara y aguas turquesa, se accede tras una caminata de unos 20-25 minutos entre matorrales y vistas de postal.
Es ideal para escapar del bullicio, tomar el sol a tu aire (textil opcional) y sentir que has viajado décadas atrás. Sin servicios, sin cobertura y sin ruidos. Solo naturaleza, silencio y mar.
Más conocida, sí, pero aún se siente salvaje si sabes en qué zona plantar la toalla. Esta playa larga de arena rojiza se extiende al pie de Montaña Roja, un cono volcánico que vigila el horizonte. Tiene zonas más tranquilas si caminas hacia los extremos.
Perfecta para pasar el día si te gusta el viento, el bodyboard o simplemente tener espacio para respirar. Desde aquí, las puestas de sol son para enmarcar… aunque mejor sin móvil.
No es una playa, sino un capricho geológico que merece visita. El Bufadero es una formación costera en la que el mar se cuela por una grieta y, con la presión de las olas, escupe agua como un géiser natural.
Está cerca de Los Abrigos, y aunque no es apto para bañarse, verlo en acción impresiona. Ve cuando el mar esté bravo y escucha cómo la naturaleza hace su espectáculo, sin necesidad de luces ni entradas.
El norte de Tenerife es otro mundo: más verde, más abrupto y con rincones que parecen salidos de una película de aventuras. Aquí el secreto está en perderse entre la laurisilva, los barrancos infinitos y pueblos colgados del acantilado. No hace falta mapa, solo algo de espíritu explorador y ganas de descubrir lo que no sale en los catálogos. Estos son algunos de esos lugares que los locales conocen… pero no siempre cuentan.
Masca es un caserío escondido entre montañas en el Parque Rural de Teno, con casas de piedra colgadas de la ladera y vistas que te dejan sin palabras. Aunque se ha hecho algo popular, sigue siendo mágico si madrugas y evitas las horas punta.
El verdadero secreto está en su barranco. La ruta que desciende hasta la playa es una de las más espectaculares de la isla. Eso sí, requiere permiso, buen calzado y algo de forma física. Al final, te espera una cala solitaria que recompensa cada paso.
Una aldea de pescadores suspendida entre rocas, a medio camino entre Santa Cruz y Radazul. No hay tiendas ni chiringuitos, solo callejuelas que serpentean entre casitas blancas, escaleras infinitas y vecinos colgando ropa al sol.
El mar aquí es salvaje y precioso, con piscinas naturales donde refrescarte si el oleaje lo permite. Ideal para pasar un rato tranquilo, hacer fotos distintas y sentirte en otra época, lejos del turismo masivo.
Uno de esos sitios que no se visitan, se conquistan. Para llegar a Roque Bermejo necesitas caminar desde Chamorga o venir en barca si el mar lo permite. Es una aldea casi deshabitada al final del mundo, con una playa volcánica y faro incluido.
Allí no hay cobertura, ni bares, ni nada que no sea mar, montaña y silencio. Un lugar para desconectar del todo, ver estrellas como pocas veces y reconectar con lo esencial. Si te va la aventura, apúntalo.
En el corazón del Parque Rural de Anaga, este rincón parece sacado de un cuento de hadas. Es un sendero corto, envuelto en bruma y musgo, donde los árboles se retuercen formando arcos naturales. Algunos lo llaman el “Bosque Encantado”, y con razón.
Lo interesante aquí no es solo la vegetación, sino las sensaciones. Hay quien dice que el silencio se escucha distinto y que caminar por ahí conecta con algo más profundo. Ideal para una escapada corta con cámara en mano… y mente abierta.
Entre el aeropuerto del Sur y El Médano, se esconde esta pequeña gruta convertida en santuario popular. No es un lugar turístico, pero muchos isleños la visitan para dejar mensajes, velas o simplemente agradecer.
El lugar tiene una energía especial. Su historia está ligada al primer santo canario, Pedro de San José Betancur, que rezaba en esta cueva cuando pastoreaba por la zona. Perfecta para una visita tranquila, introspectiva… y diferente.
Estas cuevas volcánicas están algo escondidas en los barrancos que rodean Icod de los Vinos. No son fáciles de encontrar, pero forman parte de un entramado de tubos volcánicos menos conocidos que la Cueva del Viento.
Lo especial es que muchas no están señalizadas, lo que hace que explorar aquí sea toda una aventura. Mejor ir con alguien que conozca la zona o con guía local. Eso sí, si te gusta la espeleología o la naturaleza más salvaje, este sitio es un tesoro oculto.